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Guillermo sostiene a Carmen y Lucía, mientras Amparo coge a Helena, el día de su bautizo. A la derecha, las sonrientes hermanas.

FELICIDAD POR PARTIDA TRIPLE

La familia Castaño Rodríguez explica cómo ha

sido su vida desde la llegada al mundo de sus trillizas

 Mayo 2016 / La Contra

PAULA FERNÁNDEZ (Luanco)

 

Hospital Materno Infantil de Oviedo. 10:30 horas del 28 de febrero de 2012. Tres niñas venían al mundo y la familia Castaño Rodríguez pasaba, de golpe, a ser numerosa y muy feliz. Primero nació Helena y, al minuto, Lucía. Lo mismo tardó en llegar Carmen. Guillermo Castaño López y Amparo Rodríguez Zapico acababan de cumplir el sueño de la mayoría de personas de tener descendencia. ¿Cómo fue el embarazo múltiple? ¿Cómo organizarse con las comidas, para los primeros pasos o para dar un paseo a la vera de la mar? El matrimonio  explica las claves y su forma de vida desde la llegada al mundo de sus trillizas, algo que solo se da en una proporción mínima (4,9 partos triples por cada 1.000 embarazadas). 

Hacía ya unos meses que conocían la buena noticia y el resto de la familia se volcó para que a las recién nacidas no les faltara de nada. El embarazo, a pesar de ser de riesgo, no tuvo mayores complicaciones. «Fue estupendo, no tuve náuseas y las niñas iban creciendo bien. La que menos pesó pesó más de kilo y medio al nacer», relata Amparo Rodríguez Zapico, que tuvo un parto por cesárea a las 33 semanas y tres días de gestación.

 

El hecho de ser familia numerosa, de repente, sorprendió a muchos, hubo quien incluso llegó a incomodar a los padres de las trillizas. «Al principio, mucha gente nos paraba cuando íbamos con una silla gemelar y una individual. Tenías que escuchar a la gente decir “pobrecita” y nos molestaba bastante. Pero la mayoría nos felicitaba. En el fondo, es una suerte, por duro que resulte a veces», rememora Rodríguez Zapico.

Y es que la vida de la pareja cambió en tres minutos aquel 28 de febrero de 2012. Y su hogar se trasladó de Gijón a Luanco para convivir en una casa unifamiliar en La Vallina junto a la abuela materna de las niñas, cuya ayuda resulta fundamental, como en otros muchos casos, ya sea con un hijo único, gemelos o trillizos. Y es que en estos casos cualquier apoyo, por pequeño que sea, viene bien. La madre de las trillizas solicitó reducción de jornada en el trabajo durante los dos primeros años y tuvo una baja maternal de 20 semanas, en vez de 16 porque por cada hija a partir de la segunda le dieron dos semanas más.

Ya desde el principio la pautas fueron estrictas. «Por las noches, si les había que dar las tomas cada tres horas, nos organizábamos muy bien. Despertaban a la vez y dormían a la vez y siempre nos daban un poco de tiempo para descansar», comenta Rodríguez Zapico. Ahora, siguen una rutina marcada. Cualquier jornada normal, Helena, Lucía y Carmen se despiertan a las siete y media de la mañana «ellas solas», destaca su madre. Toman el desayuno y acuden al colegio La Canal, donde llevan desde los tres años escolarizadas. Los padres de las trillizas eligieron este centro luanquín porque «es muy familiar y van las tres juntas a la misma clase. Si no, igual estaba una separada de las otras dos».

 

CONCILIACIÓN

LABORAL

La pareja cumple con sus obligaciones laborales en Gijón mientras las niñas están en el colegio. Él es comercial y ella profesora de Secundaria. Su abuela materna se encarga de las cosas de casa hasta que llega el matrimonio, comen y van a recoger a las niñas a la escuela. Si hace sol, al parque a merendar. Por contra, si llueve (que es lo más frecuente en Asturias), ven programas educativos o les leen un cuento. 

 

A la hora del baño, en orden. Mientras se baña una, las otras dos esperan su turno acompañadas. «Siempre hay dos personas adultas con ellas», recalca Rodríguez Zapico, quien también está apoyada por su hermana. Ya en la cena, Helena, Lucía y Carmen comen lo que toque, sin miramientos. Y se van a la cama antes de las 10 de la noche.

Jugando en su casa de Luanco hace dos veranos. (A. R. Z.)

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