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«Mari» Luz Rodero, Cándida Varela, Eloína Tuñón, Ana María García Granda, Nieves García, Nélida Álvarez, Carmen López, Agustina Luis y María de los Remedios García aún residen en el poblado. (TAREK HALABI)

EL POBLADO SE APAGA CON ALCOA

02/03/2019 / Gozón
PEDRO PASCUAL (Laviana)
 

Mientras la factoría de Alcoa va apagándose poco a poco a la espera de clarificar su futuro, el pueblo nacido a su sombra, el «poblado de Endasa», va rematando los días a un cierre asegurado, aunque sin fecha determinada.

 

Las viviendas pierden a sus inquilinos y los edificios se derriban, concentrado a los residentes en las edificaciones en pie. El mundo que conocieron desde mediados del pasado siglo se pierde, pero el ánimo sigue alto y la vida transcurre apacible. Cada tarde, las componentes de la Asociación de Amas de Casa del Poblado de Endasa se reúnen en su local para dar un repaso a los temas de actualidad, recordar el pasado de la fábrica y del vecindario y, sobre todo, pasarlo bien. Aunque ahora un poco más tristes porque «hay mucho silencio desde que apagaron el día 15 la electrolisis de Alcoa».

 

Mari Luz Rodero, Cándida Varela, Eloína Tuñón, Ana María García Granda, Nieves García, Nélida Álvarez, Carmen López, Agustina Luis y María de los Remedios García (Marili, que así es conocida) charlan una tarde más en el local que tienen en las antiguas escuelas. «La empresa cedió el edificio al Ayuntamiento por 50 años para consultorio, que todavía funciona, escuelas y club social», explican. Y ellas ocupan el club para sus actividades.

 

Ahora, prácticamente todos los vecinos son jubilados, «entre 65 años y ochenta y muchos», y tan solo hay «un niño y medio, mi nieto y otro que está en camino», comenta Mari Luz Rodero, la última del grupo en llegar al poblado. Pero hace años, estaba lleno de vida.

 

La factoría se empezó a levantar en la década de 1950, «en terrenos que eran marisma, hubo que rellenarlos», recuerdan. Entonces, «las empresas que edificaban la fábrica pusieron un barracón para las comidas, con menú a dos pesetas». Luego se fue levantando el poblado y «había lista de espera para acceder a una vivienda».

 

En aquel nuevo poblado, también había diferencias sociales: «En la parte de abajo, en los chalés, los empleados de más rango; arriba, en los bloques, los obreros. Incluso había diferencias a la hora de cobrar: los de abajo, el día 1 y los obreros, el 6 de cada mes».

 

Todas tienen un buen recuerdo tanto de la vida en el poblado como de la empresa que lo hizo posible, Endasa, del Instituto Nacional de Industria. «El INI tenía cosas muy buenas para los obreros. Al que llegaba nuevo y no entraba en el poblado le daban 50.000 pesetas de crédito sin interés para una vivienda. Teníamos economato y también podíamos ir al de Ensidesa; había policías destinados aquí. Y barrenderos». En el catálogo de virtudes de Endasa, más tarde Inespal, también figura que «el carbón para las calefacciones nos lo servía la propia fábrica», aunque con un matiz: «no a todos». Otra diferencia social.

 

Toda la vida se podía hacer en el poblado. Además del economato, había tiendas, carnicería... incluso un cine. Y una escuela (que cerró este año) con seis maestros, para los que también había casa. El declive del poblado empezó en torno a 1985, cuando Endasa pasa a ser Inespal tras la fusión con Alugasa.

«En aquella época comenzó a hablarse de cierre y la gente empezó a irse». De los más de 300 vecinos que llegaron a llenar el poblado, en la actualidad «no quedan más de 25 familias».

 

VIVIENDAS TAPIADAS

Lejos queda ya en el poblado la época con «mucha juventud por aquí. En 1977, había más de 40 niños en el parvulario», cuentan las amas de casa. Ahora, «hay muchas viviendas tapiadas. Cuando se van los inquilinos, ya no vienen más. Y nos van juntando para ir derribando los edificios. Los que tiraron, están aquí enterrados, ni se llevaron el escombro», relatan. Aunque algunos edificios «no pasarían la ITV», los vecinos del poblado creen que «se derribaron chalés que estaban impecables y trasladaron a los vecinos hacia arriba para alejarlos de la fábrica».

 

Bien asentadas en sus casas, estas vecinas encuentran en la renta, testimonial, otro motivo para seguir: «Nos sale más barato que el autobús ida y vuelta a Avilés, la que más paga no llega a cuatro euros al mes», confiesan. Pero ya nada es lo mismo: «Ahora no hay humo ni luz ni ruido en la fábrica. Nosotras ya ni lo notábamos, pero ahora se echa de menos». Si algo tienen muy claro en el poblado es que«en diez años, aquí no queda ni el apuntador».

«Aquí no va a quedar ni el apuntador», resumen las 25 familias que aún residen en la barriada

Evolución del poblado por orden. La zona era virgen en 1945. Rellenos realizados en los años 50. Situación de la zona residencial en 1989 y en 2017. (I. G. N.)

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