
Simón García, con uno de sus hijos. (S. G.)
«Si dentro de 30 años puedo jubilarme, quizá me plantee volver»
El candasín Simón García trabaja en una empresa de autobuses en el archipiélago de Guadalupe
31/01/2025 / Carreño
NADIA HEVIA (Candás)
El amor y el estallido de la pandemia. Esos son los dos motivos que llevaron a Simón García Fernández a establecerse en Guadalupe, un archipiélago de Las Antillas en pleno Mar Caribe, después de haber salido de su Candás natal diez años antes y haber desarrollado su vida laboral en León y Madrid.
Licenciado en Geografía por la Universidad de Oviedo, el candasín cursó el máster «Transporte y Logística» en La Laboral de Gijón. Una titulación que le abrió las puertas de ALSA en León, donde se inició como becario y desde donde dio el salto a Madrid para trabajar en el área de planificación de tráfico. Fue precisamente durante su primera experiencia laboral al otro lado del Pajares cuando conoció a una antillana.
Una profesora de español con la que viajó de vacaciones a su país natal y no volvió. Al menos, de forma estable. «Teníamos que volver a Madrid y no lo hicimos», explica el candasín, a quien la irrupción a nivel mundial del Covid-19 le pilló a más de 8.000 kilómetros de casa. Entonces, el tráfico aéreo se cerró y, tras hablarlo con su familia, tomó la decisión.
«Tal y como estaba la situación, era más seguro quedarse aquí que regresar a Madrid», asegura. Tras el paro parcial en su empleo en España, García envió currículums para iniciar una nueva vida en Guadalupe. No tardaron en ponerse en contacto con él debido a su experiencia y, desde el 2020, trabaja en el área de regulación de tráfico y de estadística de una empresa de transportes del país caribeño.
Una región de ultramar francesa de la que, lo primero que se le viene a la cabeza, es decir lo cara que es ya que todos los productos llegan desde Europa y allí se paga en euros. Los sueldos y el nivel de vida, dice, se asemejan a los europeos, siendo más elevados que en los países caribeños cercanos como República Dominicana. Por ello, destaca el importante número de inmigrantes en Guadalupe.
Además del coste de la vida, lo que peor lleva el candasín es el estar lejos de su familia y amigos y, especialmente, de «la comida de mi madre». Para calmar un poco esa nostalgia, el menú del día para llevarse al trabajo «lo cojo en un restaurante cubano» donde también aprovecha para «hablar español». También lo hace los lunes cuando queda para jugar al fútbol con un grupo de españoles, «la mayoría fisioterapeutas porque aquí se pagan muy bien».
Y con sus dos hijos, de cinco y dos años, y que son «la gran razón por la que estoy aquí». Por eso, y mientras sean pequeños, no se plantea regresar. «Si dentro de 30 años, puedo jubilarme y estoy vivo, quizás me plantee volver» y disfrutar de sus padres, su hermana, su sobrino y sus amigos. Por el momento, lo hace «una o dos veces al año», cuando cruza el Atlántico y viaja alrededor de 18 horas para reunirse con ellos. Aprovecha su estancia en Candás para «salir a tomar algo y hacer excursiones para que mis hijos conozcan algo de Asturias».
Lo mejor de la vida en Guadalupe es, sin duda, «estar todo el año en manga corta», ya que la temperatura nunca baja de los 24 grados, y «el ahorro en calefacción», bromea. Un clima nada parecido al asturiano, aunque García ve semejanzas en el paisaje «porque hay mar y montaña, con muchas cascadas» (y un volcán también). La isla, con alrededor de 400.000 habitantes, tiene unas playas «que son una pasada» e, ir de una punta a otra, lleva tres horas «porque aquí no hay autovías y las carreteras no son muy buenas».
A sus 39 años, lejos aún de la edad de jubilación, el candasín disfruta de su familia y de los arenales de una isla del Caribe a la que llegan pocos turistas españoles por el idioma (se habla francés) y porque «aquí no hay resorts» y, la mayoría, elige otros destinos de la zona como Punta Cana. Él, a veces, viaja en barco hasta la isla de Martinica donde reside la familia de su pareja.
«En Asturias, todo son trabas para actuar, como me ocurrió en Carreño»
Carmen Llena, que reside en Londres, tenía previsto dar un concierto de jazz en enero, pero se suspendió por falta de autorización
31/01/2025 / Carreño
LORENA VENTURA (Candás)
«En Londres, la música convive con la vida cotidiana, hay conciertos en todos lados, algo que no ocurre en Asturias, donde existe una cultura menor de la música en directo. Es difícil encontrar lugares donde actuar y, aún encontrándolos, todo son trabas como me ocurrió en Carreño», lamenta Carmen Llena Pérez. La joven, que actualmente vive en Inglaterra, tenía ilusión de tocar en Candás tras hacer lo propio en otros lugares de Asturias, entre ellos, en «Lata de Zinc» (Oviedo). El evento estaba programado para el 3 de enero, pero finalmente se suspendió por falta de autorización municipal. «Quizá el problema es que pedimos el permiso con un montón de fiestas de por medio y no les dio tiempo a gestionarlo. Nos llevamos un “chasco” porque podían haber agilizado el proceso», explica la músico profesional.
Al margen del contratiempo, la candasina espera resarcirse el próximo verano en la Semana del Jazz de Candás. Y es que su sueño es vivir de la música y, por eso, está luchando. Tras acabar la carrera de música en Barcelona, actualmente está haciendo un máster en la capital de Inglaterra. «Hay días que tengo clases de diez de la mañana a diez de la noche. Trato de compaginar la formación con los “bolos”», explica la músico de 24 años. «Me da pena dejar Asturias, pero hay muchos obstáculos y no se valora tanto a los músicos. La escena es prácticamente inexistente. Incluso Barcelona se queda pequeña», anota.
TRAMPOLÍN
De ahí el salto a Londres, un trampolín musical (al igual que Berlín o Amsterdam), pero en el que resulta muy caro vivir. «Una habitación cuesta mínimo 650 libras y, de media, entre 800 y 1.000. Afortunadamente encontré residencia a la primera a través de un contacto», expone. Ya en Barcelona había tenido «suerte» y pagaba sólo «300 euros». Llena es trompetista en el grupo «Fabadazz» (nombre en recuerdo a sus orígenes) que completa Fernando Romero (pianista), Irene Romero (contrabajo) y Carlos Barrero (batería). Los músicos se conocieron en un curso de jazz. «Hay poca gente que se decante por este estilo», explica. A la carreñense le encanta porque «es una base muy buena para explorar otros géneros». En el futuro le gustaría hacer giras y compaginar las actuaciones con la docencia por aquello de «tener una rutina y un sueldo fijo al mes».

Marta Barragán mira el cómic que ha hecho de Perlora.
UN CÓMIC DE LA ATÍPICA ESTAMPA DE PERLORA
Marta Barragán, estudiante de Diseño en la Universidad de Valencia, hace un tebeo sobre la Ciudad de Vacaciones
31/01/2025 / Carreño
TITO ARAMENDI (Candás)
«Cuando somos pequeños tenemos esa ingenua costumbre de normalizar todo lo que nos rodea en nuestra cotidianidad. Yo normalicé la atípica estampa de Perlora». Así empieza un cómic dedicado a la Ciudad de Vacaciones. Su autora es una candasina que lleva vinculada al mundo del arte desde que tenía tres años y su madre insistió a María Jesus Fernández Iglesias para que la acogiera en sus clases. Marta Barragán González, que acaba de cumplir 20 años, está estudiando Diseño y Tecnologías Creativas en la Universidad de Valencia. Su visión desde el exterior es una mezcla de añoranza y desolación. «Tengo muchos planes de futuro, ganas de viajar y experimentar. Realmente la oportunidad de salir de mi pueblo me ha proporcionado una nueva visión de este. No veo a Candás de la misma manera. Tengo un sentimiento de familiaridad que se ve un poco corrompido cada vez que veo que ha cerrado un negocio de toda la vida o que los sitios a los que solía ir en mi infancia ya no están repletos de niños», expone.
Esta desazón se ha cristalizado en un tebeo sobre la Ciudad de Vacaciones donde refleja los chalés de estilo brutalista que «antes eran hogares y ahora son sólo escombros. En ruinas, grafiteados y rodeados de brazos de yedra». La joven saca a colación los años dorados del recinto, un «paraíso veraniego» hasta que se convirtió en «un campo de ruinas». Con espíritu crítico, Barragán también recuerda que «Franco expropió a cambio de “cuatro pesetas” 350.000 metros cuadrados a 182 propietarios diferentes».
Al margen de este proyecto, la creativa espera de su futura profesión «tener una idea más o menos global de la mayoría de las ramas del diseño, así como conocimientos para poder desarrollar proyectos potentes y que transmitan mensajes». Su carrera abarca todas las ramas del diseño y la comunicación audiovisual: desde el diseño editorial y web, pasando por la ilustración, hasta llegar a fotografía y medios audiovisuales, así como animación y diseño publicitario.
En el mundo del arte, Barragán logró el segundo premio en la categoría de Jóvenes Promesas en el VI Concurso de Pintura «Memorial José Andrés Gutiérrez Alonso» al inmortalizar la arquitectura de Luanco en «Casas cotidianas» usando sólo un bolígrafo de tinta negra sobre fondo blanco. Bastante antes, en 2010, participó en una exposición conjunta en la Casa de Cultura de Candás con la coordinación de la artista María Jesús Fernández Iglesias. Luego, en 2014, hizo una muestra con Diana Mariño titulada «Nuestras pinturas».
La ya veinteañera se considera «una persona creativa, pasional y muy soñadora. Me gusta no ponerme límites y, sobre todo, experimentar. Quiero emocionar, hacer sentir y que me oigan». Su objetivo es ser diseñadora porque el diseño no es crear arte por el mero placer de hacerlo, sino comunicar, decir y hacerse entender, con palabras, o sin ellas, con colores o figuras, formas o imágenes. No tiene límites, está en todas partes y es para todos».
A pesar de su juventud, ya recuerda sus primeros años en Candás. Estudió en el colegio San Félix, en el San Fernando de Avilés, en el instituto de Candás y en la Universidad Laboral de Gijón. «El Candás de mi infancia es únicamente descriptible como hogar. Era un pueblo pequeño, cercano y manejable. Olía a mar y estaba lleno de niños y abuelas. Según me fui haciendo mayor, Candás se me quedó pequeño y me empezó a inundar por dentro una necesidad de salir y descubrir mundo», explica. De esta primera etapa guarda especial cariño a Marisé González Vicente, una profesora que «no sólo me enseñó a apreciar el arte en lo cotidiano y a valorar las cosas sencillas, sino que también me inculcó la importancia de la sostenibilidad y el cuidado del planeta». También añora las clases de filosofía de Pablo Filo porque mostró «la importancia de tener criterio propio y vivir informados de la actualidad».
La diseñadora recomienda a otros jóvenes huir de la zona de confort. «Salir del hogar debería ser obligatorio. Aconsejo enamorarse de Asturias, pero desde la razón. Salid, vivid, aprended y equivocaos. Conoced, perdeos y después volved. Enamoraos de vuestra cultura y de vuestras raíces. Reivindicad la llingua y vuestras tradiciones», finaliza Barragán que sigue con esta máxima desde Valencia «y lo continuaré haciendo vaya donde vaya».

La candasina es una apasionada de la música. (C. LL.)




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